Bien es sabido que el 1º de mayo de
1886 comenzó en Chicago un movimiento en reclamo de las ocho horas de trabajo.
La manifestación fue brutalmente reprimida y terminó con la ejecución de cuatro
trabajadores anarquistas, ahorcados tras un proceso irregular el 11 de
noviembre de 1887.
Recién en 1889, la Segunda
Internacional (organización
política internacional formada, también, en 1889 por los partidos socialistas y
laboristas con el fin de coordinar sus actividades) decidió instituir el Primero de
Mayo como jornada de lucha para perpetuar la memoria de los trabajadores que
murieron peleando por una jornada de ocho horas. En el país, la primera
conmemoración tuvo lugar el 1º de mayo de 1890.
Fue en Recoleta, en la sede del Prado
Español, en Quintana, entre Junín y Ayacucho. Era un predio al aire libre, un
escenario milonguero célebre por sus romerías y especialmente por haber sido el
primer lugar donde se permitió bailar el tango a parejas compuestas por un
hombre y una mujer, y lugar donde más de una velada terminaba con dos guapos
batiéndose a duelo de cuchillo.
La reunión se inició a las 3 de la
tarde del 1° de mayo y juntó a 2.000 personas, una concurrencia numerosa para
la época. Contó con la participación de numerosos movimientos obreros,
integrados en su mayoría por inmigrantes alemanes, italianos, españoles y
portugueses. Al día siguiente, los asistentes se enteraron de que habían
perdido su jornal “por faltar al trabajo”.
Cuenta Oscar Troncoso en la Revista
Panorama, N° 210 de mayo de 1970, que, en esa reunión ‘hablaron varios oradores señalando
“las deplorables condiciones de trabajo en todos los gremios” y reclamando la
limitación de la jornada a ocho horas. Los diarios comentaron con asombro ese
hecho, al que consideraban “extraño a las costumbres del país”. La Nación dijo,
por ejemplo, que “había en la reunión poquísimos argentinos, de lo que nos
alegramos mucho”. Otro periódico, La Patria, ironizaba porque “todos los
oradores hablaron en el sentido de que era necesario que se aumentaran los
salarios y se disminuyeran las horas de trabajo, lo que es algo que sobrepasa
los límites de los excelente. Más avisado, el cronista de El Nacional, recalcó
que en los discursos se observaban “bien dibujadas las diferencias que aquí,
como en todas partes, dividen a los obreros en dos grupos: anarquistas y
socialistas’.
A partir de entonces, en nuestro país
cada primero de mayo los trabajadores tomaron las calles desafiando al poder,
recordándole que existían y que no se resignarían a ser una parte del engranaje
productivo. La lucha logró la reducción de la jornada laboral, las leyes
sociales y la dignificación del trabajador.
A partir de la primera presidencia de
Juan Domingo Perón (1946-1952) la conmemoración del Día del Trabajador
alcanzaría una notable importancia, organizándose celebraciones multitudinarias
en todo el país. A raíz de las numerosas reivindicaciones obreras logradas por
el peronismo, el 1º de mayo se convirtió en un día emblemático: entre las
diversas manifestaciones de entonces se destaca la convocatoria de los obreros
en la Plaza de Mayo, quienes llegaban en multitud desde temprano para escuchar
el discurso del Presidente.
En Argentina el 1° de Mayo es feriado
nacional según establece la Ley 21329 de ‘Feriados Nacionales y Días no
Laborables’ y fue, vaya paradoja, nada menos que en Recoleta donde comenzó la
conmemoración del día del Trabajador .
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