En las últimas elecciones, en nuestra Ciudad, pudimos observar como los ciudadanos y ciudadanas que eran convocados a cumplir con su obligación cívica de oficiar de autoridades de mesa evadían dicha responsabilidad. Se conocieron casos en que los mismos convocados, amparándose en el anonimato del portero eléctrico, rechazaron los telegramas indicando que ellos no vivían más. También, la mayoría de las veces, los telegramas eran devueltos por domiciio desconocido o porque verdaderamente la persona citada no vivía o no vivió jamás en dicho domicilio.
A esos casos, de por sí numerosos, se le sumaron aquellos que se excusaron. Faltaban horas para los comicios y no había autoridades de mesa. Las elecciones estaban en peligro.
Los analistas hablaban de una fuerte apatía de la sociedad. Estimaban baja participación en las elecciones y se lo atribuían a la falta de campaña electoral, "la no campaña"
Sin embargo, los porteños y porteñas mostraron mayor entusiasmo a la hora de votar en estas elecciones nacionales que cuando se elegía Jefe de Gobierno.
El ausentismo en la Ciudad de la furia para las elecciones de jefe de Gobierno había reflejado parte de la supuesta apatía de los porteños: en la primera vuelta, el 30,8% de los electores habilitados no fue a votar; y en la segunda, el 31,8%. El pasado domingo se ausentó cerca del 25%.
Furiosa paradoja de una Ciudad que no quiso asumir su obligación de ser autoridad de mesa, pero que participó más activamente que cuando se elegían a sus propias autoridades.
Entre vuelos fugaces, Buenos Aires se ve tan susceptible, me veras volar por la CIUDAD DE LA FURIA , donde nadie sabe de mí, y yo ya soy parte de todos. Nada cambiará con un aviso, es el destino de furia lo que en sus caras persiste
miércoles, 31 de octubre de 2007
martes, 30 de octubre de 2007
Furia electoral
El pasado domingo los porteños y las porteñas reafirmaron su condición de electorado volátil y cambiante, lo que sumado a la profunda crisis de representación de los partidos o coaliciones políticas, hace que las referencias sociales o políticas sean cada vez más frágiles.
Le pasó a Mauricio que creyó que armaba una lista con sus amigos y que la gente los iba a votar igual, cuando se dio cuenta de que eso no iba a suceder llamó a su Gurú, Jaime Durán Barba, que le recomendó la receta de Casildo Herrera y Mauri desapareció de los lugares que solía frecuentar.
Y Buenos Aires pasó factura. A esta altura y con los resultados a la vista resulta claro que la campaña electoral previa a la elección de Jefe de Gobierno y la enorme cantidad de denuncias cruzadas dejó secuelas imborrables en los porteños y porteñas. Basta con recordar las imputaciones cruzadas respecto del incendio de la Villa "El Cartón", o los problemas con la recolección de residuos domiciliarios, etc.
Además, resulta paradójico que la Coalición Cívica que obtuvo tan sólo el 8,65% de los votos para legisladores porteños, obtenga en esta oportunidad el 15,34% para Diputados Nacionales, el 28,53% para Senadores Nacionales y el 37,68% para Presidente y Vice. En junio de este año no faltaron los analistas que buscaron en Carrió a la responsable de la derrota de Jorge Telerman. Me apuntaran, seguramente, que la Carrió que fue candidata a la Presidencia está representando a la derecha en la Ciudad y que antes se encontraba en transición. Puede ser, pero cierto es que estando huérfana de referentes, la derecha la erigió en su representante. Esto último sólo explica la gran elección de Carrió para Presidente, pero no así la de Senadores y Diputados.
La furia porteña, entonces, también se devoró a Mauricio y por eso quienes lo votaron y apoyaron a su PRO, hoy le dieron la espalda y optaron por la paqueta María Eugenia y la siempre patricia Sra. Bullrich.
Para el Frente para la Victoria quedará el consuelo de haber logrado mantener su base electoral y consolidar así un piso desde el cual construir la referencia y la fuerza política y social capaz de disputarle la ciudad a Macri dentro de dos años. Pero eso será posible si sus dirigentes entienden que la furia de los porteños también los tuvo como destinatarios. Es cierto que la campaña de Cristina Fernández se ha caracterizado por ser una campaña electoral sin agravios, sin amenazas de males inminentes si ganaba la oposición tal como lo señala Juan Manuel Abal Medina en el Página/12 del pasado 29 de octubre, pero eso no alcanza.
Resulta, entonces, claro que las imágenes de campaña, o de finales de campaña, no son suficientes para apagar la furia porteña. La construcción de una fuerza nacional, popular y progresista que represente fielmente esa imagen final que ilustra este artículo debe ser el objetivo primario y fundamental de quienes representan al oficialismo nacional.
Lo que resta saber es que pasará con la oposición hoy dispersa en el futuro. Todavía no se encuentran indicios de que sucederá cuando la Coalición Cívica dispute con el PRO dentro de dos años. Ni cual será el comportamiento de ambos bloques en la Legislatura porteña.
Desde acá, nos quedamos con la mirada puesta en el festejo final con la dirigente socialista francesa Segolene Royal y con la visita de días anteriores de la Diputada Isabel Allende, hija del ex presidente chileno Salvador Allende. La construcción de la fuerza política que represente a nivel nacional a los Partidos Socialistas francés y chileno, como así también a otras fuerzas progresistas del mundo es un objetivo digno de acompañar. El primer paso está dado.
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