viernes, 18 de abril de 2014

LA MANIFESTACIONES PÚBLICAS y SU REGLAMENTACIÓN

Ante todo hay que reafirmar que la protesta social es un problema político y no un problema jurídico o legal

Sin lugar a dudas el proyecto de ley que busca limitar o reglamentar "las manifestaciones públicas" viene a contradecir lo que fue una marca registrada de la Presidencia de Néstor Kirchner y del "kirchnerismo" en su conjunto. Fue el propio Néstor Kirchner quién impulsó políticas públicas destinadas a la no represión y la no criminalización de la protesta social.
Más aún, cuando de la mano de Néstor Kirchner se recuperó la calle como escenario principal de la política. El Kirchnerismo contrapuso al poder de las corporaciones y los medios de comunicación, la fuerza de la movilización popular; la presencia del pueblo de la mano de la militancia política ha servido como testimonio de apoyo a políticas públicas que han marcado la "década ganada". La movilización en apoyo a la "ley de medios", las movilizaciones a favor del "matrimonio igualitario", las de apoyo a la Resolución 125 en pleno conflicto con la corporación agropecuaria son sólo algunas de ellas. La calle, la plaza, fueron el lugar donde se disputó la política y la centralidad de la movilización popular marcó el retorno del pueblo, de la gente de a pie, como actor fundamental en la disputa de poder.
Así como se sostiene esto, también hay que señalar que existieron, exiten y existirán protestas sociales que reclamarán ante el gobierno de turno por sus reinvindicaciones sectoriales, que lo hicieron y lo harán en la calle. Fue de esa manera como se produjeron "cacerolazos" y manifestaciones públicas a favor de la Sociedad Rural y sus socios y en contra del "matrimonio igualitario".
A todas las movilizaciones populares (oficialistas u opositoras) se les puede reconocer una característica común: molestan a quien quiere circular por esa calle o zona y no particpa de la misma. ¿Es eso suficiente como para cercenar los derechos constitucionales de peticionar ante las autoridades, de libertad de expresión, el derecho de reunión o de uso del espacio público? Más aún cuando de movilizaciones populares hablamos y las mismas son en reclamo de derechos sociales ampliamente consagrados en nuestra Constitución Nacional, tales como el derecho a vivir dignamente. ¿Es suficiente?
Esta supuesta colisión de derechos parte de una zoncera ampliamente difundida por  los medios de comunicación dominantes, que se trata de derechos equivalentes y eso no es cierto. El derecho a la protesta social es un derecho esencial de un sistema democrático y representativo como el nuestro y, por tanto, es un derecho coletivo que como tal no puede ser equiparado al derecho de libre circulación de un individuo. Cortar las calles como modo de hacer visible un reclamo y peticionar ante las autoridades en un régimen en el cual el pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes, no puede ceder, ni puede ser reglamentado por el derecho de libre circulación de algunos individuos. No hay igualdad de derechos, ya que uno es esencial al sistema democrático y el otro derecho que la vulgata esgrime es que llega tarde a donde quería ir y no hay derecho constitucional alguno a no llegar tarde.
Por eso no se puede más que coincidir con el CELS cuando sostiene que: "La iniciativa contiene propuestas que afectan el derecho a la protesta. Una de ellas es la misma definición de manifestaciones ileg´timas que abarcaría a cualquier manifestación que impida el tránsito o el normal funcionamiento de servicios públicos".
No puede resultarnos indiferentes que las únicas voces que se levanten a favor de esta inciativa sean las del PRO de Mauricio Macri y las del Frente Renovador de Sergio Massa. Fue Néstor Kirchner el que terminó con la criminalización de la protesta social y él que ordenó que las fuerzas de seguridad no utilicen armas letales en las manifestaciones públicas.

“Algunos fuegos, fuegos bobos, no calientan, ni queman, pero otros fuegos arden la vida con tantas ganas que no se pueden mirar sin parpadear y quien se acerca se enciende. Néstor fue uno de esos fuegos y será difícil apagarlo” Eduardo Galeano



domingo, 6 de abril de 2014

DE LINCHAMIENTOS

En los últimos días se ha banalizado la palabra "linchamiento" al punto tal de que casi nadie sostiene que el mismo consituye un delito, que el linchamiento es una conducta reprochable. Muy por el contrario, se escuchan voces que justifican el accionar delictivo de vecinos ante "tanta inseguridad"...
Cuando hay un linchamiento -es necesario repetirlo innumerables veces- estamos frente a una ejecución ilegal por parte de un conjunto de personas hacia un sospechoso de cometer un delito (nada nos asegura que a quien la turba señala como ladrón sea efectivamente un ladrón). Cuando se produce un linchamiento, estamos frente a dos delitos, el de robo, cometido por una persona y el de lesiones graves u homicidio con alevosía cometido por varias personas (linchadores).
Entonces, asistimos a un triste espectáculo mediático que nos retrotrae como sociedad a pensamientos antediluvianos en el que la vida deja de ser un valor y en el que la defensa de la propiedad privada todo lo justifica, todo lo permite.
Hay una repetición inescrupulosa por parte de los medios de comunicación y, en particular, de los canales de noticias del cable, que nos van inoculando el odio de la violencia segundo a segundo. El mismo robo, el mismo supuesto ladrón liberado, el mismo linchamiento y el testimonio justificatorio de los linchadores son pasados dos veces por hora como mínimo. Uno prende el televisor al mediodía o a las 9 de la noche y la escena y los testimonios se repiten, son los mismos y son presentados como el aumento de la violencia y de la inseguridad. 
Podríamos sintetizar el accionar de los medios de comunicación en la difusión de una información producida de forma concertada y publicada de manera reiterativa a través de uno o más medios con un propósito determinado. Con esto decimos que no es inocente esa reiteración, que con esa reiteración está buscando un objetivo. En este caso el de instalar y que todos repitamos que vivimos en una sociedad violenta. Muchos televidentes o avezados lectores de algunos medios gráficos terminan creyéndolo.
La referencia a los medios de comunicación tiene que ver con que los linchamientos no son acciones individuales, sino que son colectivos y dependen de las presiones sociales (por ej. instalación del miedo).
A todo esto, tenemos que sumarle las columnas de opinión y las editoriales de medios gráficos y orales que utilizan la metodología del "sí, pero..." Ellos dicen condenar los linchamientos pero señalan que hay políticos y jueces más preocupados por los derechos de los delincuentes o hablan de un estado de indefensión, hartazgo o desesperación de algunos de los linchadores. Ahí se ven reflejados cobardes partícipes de turbas linchadoras que, anonimato mediante, arremeten a patadas a supuestos delincuentes.
No faltaron a este espectáculo políticos oportunistas que buscan mejorar su imagen ante el electorado hablando de jueces, puertas giratorias y justicia por mano propia. No inventaron nada, ya lo tuvimos a Ruckauf y su "hay que meter bala".
Una sociedad no puede, ni debe, afrontar el debate sobre la seguridad ciudadana si primero no condena y repudia los linchamientos o los actos de venganza colectiva o la mal llamada "justicia por mano propia". Tenemos que reafirmar claramente que no queremos una sociedad de asesinos en masa, de turbas violentas y homicidas, que busquen eliminar a supuestos delincuentes. Tenemos que reafirmar que queremos una sociedad en la que nadie desprecie la vida de nadie.
Después sí, disctutamos acerca de los jueces que liberan detenidos por teléfono (tal como lo señaló el Ministro de Seguridad de la Ciudad, Guillermo Montenegro - PRO -), de Fiscales que no se hacen presentes en el lugar de los hechos, del tiempo que le lleva a un ciudadano común atestiguar en casa de delito in fraganti, de la comunmente llamada puerta giratoria para pungas y arrebatadores, de Jueces corruptos y leyes procesales obsoletas.
Pero mientras no maduremos como sociedad y usemos a la seguridad como trampolín de aspiraciones políticas y no dudemos en mentir e inventar supuestos, tal como lo hace el inescrupuloso Sergio Massa, no podremos debatir la seguridad ciudadana ni los instrumentos necesarios para garantizarla (reforma judicial, reforma de códigos pocesales obsoletos, reforma de las fuerzas de seguridad, etc.).
No celebremos la muerte, vamos por la vida.

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