miércoles, 18 de julio de 2012

Todos los días son el 18 de julio


Ya 18 años. ¿Ya pasaron 18 años? Es increíble, pero el tiempo se detuvo. Fue tan inmensamente doloroso lo ocurrido en el atentado a la AMIA que ni los familiares ni la ciudadanía pudo reaccionar ante la magnitud de este desastre. Nosotros lo vivimos en nuestros domicilios. Cuando los familiares nos miramos a los ojos no hace falta que nos hablemos.

Por: 
Sergio
Burstein*


Desde el momento de la bomba nuestra vida cambió. Cambió la mirada de mis hijos, a quienes le arrancaron a su madre; esa ausencia está presente también cada vez que veo a mis nietos, quienes no pudieron conocer a su abuela, una súper abuela, como dicen los pibes ahora. Al evocar a Rita evoco a todos aquellos que no están. Esto es lo que produce cada 18, cada aniversario,  aunque para nosotros todos los días son 18 de julio. 
A partir del mismo momento de la bomba comenzó la investigación; uno se esforzaba por creer que la justicia nos iba a dar la respuesta, que el compromiso del Estado argentino iba a estar presente honrando la memoria de las víctimas. Suponíamos que se iban a agotar todas las instancias posibles dentro de los marcos legales, pero el tiempo nos demostró lo contrario. El Estado argentino se ocupó de ocultar, de desviar, de entorpecer la causa, de encubrir, de priorizar las amistades del por entonces presidente Menem por sobre la vida de 85 personas. 
La investigación que se llevaba adelante se había desviado hacia la supuesta responsabilidad de unos policías de la provincia de Buenos Aires. En su momento nosotros compramos esa historia, nos comimos un sapo. Era tanta la necesidad de saber la verdad y de creer, porque no podíamos entender que alguien nos mintiera con esto. Finalmente los policías no tenían nada que ver. Nos quedamos a casi diez años de la causa con las manos vacías y con la terrible carga de haber comprado una mentira, pero con la salvedad de que lo hicimos con buena intención. 
Sin embargo, cuando asumió Néstor Kirchner comenzó otra historia. Nos empezamos a dar cuenta de que había llegado a la Argentina un presidente que tenía la voluntad de ir a fondo, de hacer todo lo que políticamente fuese necesario para aportar a la justicia para que esta pudiera trabajar. No lo entendimos al principio. Pero a los pocos días de asumir, hizo lo que –creo– fue una de las medidas más importantes para descubrir que la investigación era una mentira: firmó un decreto que levantaba el secreto para que los agentes de la SIDE que intervinieron en la investigación pudieran declarar. Y, cuando lo hicieron, quedó al descubierto que se habían cambiado los horarios, que se habían fabricado pruebas, que se había hecho todo lo posible para que los verdaderos responsables no fueran investigados, detenidos y juzgados. ¿Cómo no reconocer todo lo que hizo el gobierno de Néstor Kirchner por esta causa? Siempre predispuesto a cada necesidad de los familiares y a hacer lo que fuese necesario para que fueran satisfechas. Y cambió la historia porque se hizo la luz. Era como estar viviendo en una habitación a oscuras y que de repente se prendiera la luz de un fósforo. Y llegó otro nuevo decreto del ex presidente Kirchner que establecía que el Estado era responsable por no haberlos cuidado, por no haberles dado la justicia que merecían las víctimas. 
Cuando comenzó la investigación de por qué no se supo la verdad, saltaron los nombres de Menem, Anzorreguy, Galeano, Palacios, Ancheza y otros que desviaron la investigación. Ahí se estableció que iban a juicio Muller Barbaccia, Beraja, Telleldín, Galeano, Stinfale, todos los que tuvieron responsabilidad por el pago de los 400 mil dólares-pesos, por apremios ilegales, por retenciones ilegítimas y por tantas otras situaciones que se descubrieron con la investigación que llevó adelante el doctor Lijo impulsada por el fiscal Nisman. Este último está a cargo de la fiscalía especial, creada por Néstor Kirchner para investigar el atentado a la AMIA. 
Cristina tampoco se quedó atrás. Levantó la posta, que era de ella, porque siempre estuvo al tanto del tema del atentado y denunció que la causa estaba armada. Pasó el tiempo y más allá de los matices y las diferencias que podamos tener, todos buscamos lo mismo: Memoria, Verdad y Justicia. 
Por otro lado, si hay alguien que hoy en día se burla de los muertos es la dirigencia comunitaria, que nos baja del discurso porque tiene miedo de lo que podamos decir, porque nosotros denunciamos a sus amigos, a quienes se deben políticamente. Ellos están enojados porque hablamos de Macri, del rabino, de Eliaschev, porque denunciamos a la DAIA. 
Dicen que no quieren que se repita el bochorno del año pasado, pero el verdadero bochorno lo van a llevar adelante ellos, excluyendo a los familiares. El discurso que va a dar mañana Guillermo Borger es una burla a las víctimas y una ofensa a los familiares y a la sociedad argentina, porque es parcial, no es comprometido y porque lo único que busca es cumplir con el pedido de una persona, que tiene siete votos que van a inclinar la balanza para uno u otro lado para que ellos sigan estando a cargo de la Presidencia de la AMIA. Es una vergonzosa interna comunitaria. No buscan ni Verdad ni Justicia ni Memoria, lo único que buscan es perpetuarse y para ello cumplen con todo lo que les pide este innombrable dirigente comunitario y hoy diputado de la Ciudad de Buenos Aires. 

*Artículo publicado el día de hoy en el diario Tiempo Argentino. Ver aquí

2 comentarios:

DIDÍ dijo...

A 18 años del atentado a la AMIA nuestro mejor recordatorio y homenaje a las víctimas es reproducir las palabras de Sergio Burstein. Palabras que se comparten y mejor cederle este humilde espacio en reconocimiento a su incesante lucha por Justicia.

el arista arrepentido dijo...

Muy claro el Sr. Burstein

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