lunes, 12 de julio de 2010

LA GUERRA SANTA

"No seamos ingenuos, no se trata de una simple lucha política, es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es solo el instrumento) sino de una movida del Padre de la Mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios", sostuvo el Arzobispo Bergoglio y lanzó con esas palabras una nueva guerra santa contra el matrimonio igualitario.
"Aquí también está la envida del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra", insiste el prelado.
Todavía parece imposible que estas palabras hayan sido pronunciadas en estos tiempos porque Bergoglio nos retrotrae a los tiempos del medioevo. El oscurantismo pregonado por la jerarquía eclesiástica pretende imponer límites a la extensión y difusión del conocimiento impidiendo el cuestionamiento de los dogmas.
La defensa oscurantista de los dogmas que realiza la jerarquía católica no ha podido hegemonizar y homogenizar a toda la Iglesia y así leemos en Página/12 (aquí) que los sacerdotes Ignacio Blanco, Marcelo Ciaramella y Eduardo de la Serna señalan que "Si miramos el Evangelio de Jesús, es evidente que Reino de Dios y familia son “fidelidades en conflicto” (S. Guijarro). Jesús dedica todas sus energías y entusiasmo a predicar “el reino de Dios” y relativiza de un modo claro y evidente la familia. ¿No es sorprendente que muchas veces escuchemos y leamos sobre “la familia” como una expresión unívoca y sin relación con la búsqueda de la justicia y la opción por los pobres, propia del Reino? ¿Por qué tantos y tantas “cruzados/as” católicos/as que levantan sus voces y se movilizan no lo hacen para combatir la pobreza, la injusticia, la desocupación, la falta de salud, de vivienda digna, cosas que ciertamente “atentan contra la familia”? Si para Jesús, “el reino es lo único absoluto y todo lo demás es relativo” (Pablo VI), ¿por qué no es “el reino” el grito unánime de los “cristianos” (católicos o no) de hoy?". Asimismo, agregan que: "Si para Jesús el Reino de misericordia, justicia e inclusión de los desplazados de su pueblo estaba por encima de toda otra concepción y valores culturales de su tiempo (la familia incluida); a la luz del evangelio del Buen Samaritano (cf. Lc 10,25-37) nos preguntamos, ¿cómo podríamos considerarnos discípulos de Jesús sin conmovernos con entrañas de misericordia ante los hermanos y hermanas excluidos del camino de la vida y la igualdad ante la ley? ¿Podemos seguir “de largo” sin detenernos a escuchar lo que Dios nos está queriendo decir a través de tantos y tantas que se sienten “explotados y deprimidos” bajo un sistema discriminatorio?".
El debate sobre el MATRIMONIO IGUALITARIO no se trata sólo de una lucha de quienes no son heterosexuales, de ninguna manera. Es la lucha por la construcción de una sociedad más igualitaria, donde todos y todas tengan los mismos derechos. Una sociedad igualitaria, sin discriminaciones.
En Democracia no debemos admitir que un sector trate de imponerle a toda la sociedad sus costumbres, sus creencias o su modo de entender la vida. La sanción del MATRIMONIO IGUALITARIO no trata de imponerle nada a nadie, se trata de otorgarle y reconocerle derechos a miles de hombres y mujeres cuyas familias carecen de la protección legal de la que disfrutan otras familias.

2 comentarios:

el arista arrepentido dijo...

Sin palabras, el mismo amor los mismos derechos.

satán dijo...

Y esos retrogrados no podían marchar otro día que un martes 13. Vade Retro...

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